miércoles, 15 de julio de 2009

serú

mientras miro las nuevas olas


Sibila dice

Y yo leo encontrando (como siempre) señales de neón en mi Roma chamuscada.
Me ando encontrando con otros que estaban guardados dentro mío como fotos en una caja.
Tal vez,como leí recién en el inspirador sacro (que como tantas veces, late a mi unísono), guardados en mi otra casa o mejor dicho en mi antiguo cuarto. Aquél donde, como la Wolf, pensaba era mi mundo privado y secreto, aquél donde era dueña y hacía deshaciendo y fumaba los problemas, a pesar de padre que olía a la distancia y sentenciaba la partida por adelantado.
A lo Marina con una pizca de Sophie (pero con otro argumento).
Un pequeño gran multidimensionado culto al yo en un profundo e intenso libro de caras y fotos que revelan lugares e historias fantaseadas (por mi que las miro) como si fueran una celebridad.
Mandé a Scotch a espiar por la rendija. Cuando no existe la obligación a hacer ciertas cosas, uno las hace con una mayor predisposición, de mejor gana.
Esta intimación a mostrarse a uno mismo no es obligatoria, pero si brinda una placentera sensación de no soledad, a veces real, a veces ficticia.
Necesito tener alguien que me confirme quien soy, y ese es un problema (filosófico)…yo soy en tanto el otro exista para corroborar mi existencia.
Un mercado de la observación del otro, miles de cajones de colores apilados prolijamente. Redistribución de retribuciones en letras y números, esta noche pago yo.
La banalización de la argumentación y la crisis de la palabra canalizada.
Pintar y hacer algo por la patria (suena pomposo), pero es una frase de Eugenio que hago propia, aunque en estos días soy blogger pintogger.
Me siento candidata. Por la mañana, de siete a nueve y de diez a doce. Por las tardes de cuatro a seis.
Horarios en los cuales mis votantes (a pesar de ellos), abren sus apuntes y repiensan lo escrito….ese feedback me hace bien y le da sentido a mi otro yo, ese que habita en el altillo y que la familia oculta por las apariencias (propias y ajenas) y se parece tanto a aquella que era y según la hora vuelvo a ser.
Como la loca de la casa, que en cuanto prescriba su causa y efecto verá la luz y será juzgada sin consecuencias oportunistas.
*Paula Sibila antropóloga y docente argentina