jueves, 25 de junio de 2009

naranja de ombligo


gamba rota

Asomó un día de la nada, como pizca de resto mañanero que nunca fue.
Echó un vistazo y la perdí.
Ayer retomó silenciosa pero firme y con apenas una frase me partió el alma.
Justo hoy, que ando mal con madre y pareciera que nublo su existencia apestosamente en cada convite exigido. Convencionalismos que se agotan en abruptos sombrerazos de cortesía y lloreras encubiertas.
Siento el yerro verduguillo que pende sobre mi y corro a la subasta a enmendar compraventas de jarrones para lágrimas.
Sucedo transcurriendo. Pujando y volviendo a parir en cada desconsuelo moroso impropio, que debo comprender como causa y efecto de lo que represento.
El ombligo que resucita sentencias e invoca plegarias desahuciadas.
Vidas pasadas, la propia y la ajena.
Parece nada, hasta que duele.
Tomar el te con Simone hablando de cepillos en la cama, espejos en la penumbra… Inevitable no evocar a Gigí que también trajo a Merleau Ponty hasta la glorieta.
Y en el medio, mis ombligos y la necesidad de hoyejar empollando.